La palabra "bruja" define a un tipo de mujer sabia, independiente, fuerte. 
Por siglos, las brujas fueron las mujeres que ayudaban a nacer a los niños, a curar a los enfermos, a consolar el dolor. Las llamaban "brujas" porque sabían el arte de curarse a sí mismas.
Sabían escribir y leer, cantaban las canciones del pueblo, conservaban sus memorias. La brujas conocen su poder creador, saben que son diosas, son mujeres emponderadas, y son tan poderosas que hasta el mismísimo Innombrable les tiene terror.
Ser bruja es un privilegio de espíritus libres, de corazones osados y sobre todo, de crecimiento espiritual pero en una dirección distinta a la que la Iglesia comprende.
A la bruja se le ve como algo remoto, lejano, de otro tiempo. Pero la bruja no tiene edad ni tampoco una época, los espíritus fuertes trascienden esas ideas.
La búsqueda de conocimiento siempre es la misma, a pesar de que transite caminos distintos a los habituales, a los evidentes. Y una bruja lo hace, sea con el conocimiento de las hierbas o caminando por una ciudad moderna. Es el poder de la imaginación y de la creación.