Según la tradición hindú, los registros son los archivos de las memorias del alma, desde que sale de la divinidad hasta que vuelve. Todos los seres tienen su registro. El de las personas es individual. El de las plantas, los animales y los minerales es grupal. Hasta el planeta Tierra tiene su registro. 


Podemos imaginar a los Registros Akáshicos como una gran biblioteca donde cada uno es dueño de un libro. El terapeuta sería el bibliotecario que nos guía hasta encontrarlo. 

Entonces, al abrirlo nos encontramos con imágenes de nuestra vida actual y también vemos escenas de nuestras vidas pasadas. Todo aquello que afectó nuestra alma está allí guardado. 

Incluso podemos “espiar” las posibilidades que nos esperan en el futuro, entendiendo que éste todavía no está escrito pero sí abierto a la creación según las decisiones que vamos tomando mientras estamos en el juego de la vida.    

El término "akáshico" proviene de  "ākāśa" (/akasha/), un término existente en el antiguo idioma sánscrito de la India que significa alma, espacio, cielo, éter. Por eso el registro akáshico es denominado libro del alma o libro de la vida. 

Ahora bien, los registros akáshicos no están en esta dimensión. Pertenecen al mundo etérico. El éter es ese material sutil e impalpable que según los hindúes es el vehículo del sonido y de la vida. 

Una definición más científica dice que el éter es un estado intermedio entre la materia y la energía pura. La médica clínica y psicóloga Nyscha Lema los ubica más específicamente en la séptima capa de energía que rodea al ser humano. 

Los registros se abren por muchísimos motivos. Consultas, iluminación, sanación.

Especialmente porque la sanación, que en una terapia psicológica tradicional puede llevar años, en registros puede llegar a ser inmediata. 

Eso sí, tienen que pasar seis meses entre una apertura y otra. Sólo un caso de urgencia puede justificar que se haga en menor tiempo.

De todas maneras, aclaro que una terapia psicológica y una lectura de registros son cosas bien distintas.